16/10/2024
Es biólogo, egresado de la Universidad Nacional de Mar del Plata y en 2015 ingresó como investigador al Conicet, con lugar de trabajo en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional del Litoral, en donde comenzó a trabajar en biofortificación de cultivos hortícolas para mejorar sus propiedades nutricionales. A partir de ese trabajo, realizó grandes avances en la temática y fue convocado por una investigadora de la Universidad Autónoma de Barcelona para participar del proyecto de envergadura internacional que estaba buscando un especialista en biofortificación de cultivos con selenio. Actualmente es uno de los responsables del proyecto internacional Se4All, financiado por la Comunidad Europea, que tiene como objetivo aumentar la concentración de selenio en plantas de alfalfa, que son alimento de ganado, para incorporar este elemento en la producción de lácteos.
Muñoz fue invitado a disertar en la 7º Conferencia
Internacional sobre el Selenio en el Medio Ambiente y la Salud Humana en la
ciudad de Bangkok, Tailandia. Allí, representantes de ambos países reconocieron
el importante trabajo que se está desarrollando en Argentina en relación al
selenio. Asimismo, manifestaron la intención de mantener el vínculo con
Argentina con el objetivo de potenciar la investigación internacional en la
temática. El experto explica que el selenio es un
micronutriente esencial para el correcto funcionamiento del sistema
inmunológico y que hay evidencia de la existencia de una relación entre la
deficiencia de este nutriente en los humanos y el desarrollo de ciertas
enfermedades, como las cardiovasculares y distintos tipos de cáncer. "Es un
antioxidante por excelencia y además está involucrado en distintas vías de
defensa de nuestro organismo. Si nosotros tenemos un bajo consumo de selenio,
nuestro cuerpo va a estar más predispuesto a desarrollar enfermedades",
sostiene Muñoz. La biofortificación consiste en mejorar las propiedades
nutricionales de los cultivos a través de intervenciones agronómicas. En el
caso del selenio, su incorporación ocurre de forma biológica y no implica el
uso de técnicas transgénicas, ya que no se alteran genéticamente las plantas.
En su lugar, el selenio se añade mediante fertilización. "La única forma de
incorporar el selenio en el organismo humano es a través de la ingesta y se
estima que el quince por ciento de la población mundial no ingiere la cantidad
diaria que el organismo necesita. Es decir, aproximadamente un billón de
personas en todo el mundo son deficientes en el consumo de este elemento",
explica el investigador.
Esta situación no es diferente en la Argentina:
"Según los estudios que hemos hecho a partir de la dieta que consume el
argentino promedio, pudimos estimar que somos una población deficiente en el consumo",
afirma el científico. Este micronutriente se encuentra con relativa abundancia
principalmente en pescados, mariscos y en algunos tipos de nueces originarias
de Brasil. Por ese motivo, es necesario buscar alternativas de enriquecimiento
para que los productos tengan un alto contenido en selenio y sean los que
efectivamente se consumen, explica Muñoz.
La investigación de Muñoz comenzó con el brócoli, ya
que es una planta que tiene la capacidad de acumular selenio, a diferencia de
otros cultivos, y luego sumó nuevos alimentos para incluir en la dieta. Con esa
motivación surgió el proyecto de producir quesos y otros lácteos que son
productos de consumo masivo. Muñoz propuso fortificar las plantas de alfalfa
para que luego la vaca que las comiera quedara biofortificada, ya que el
selenio se puede transferir hacia la leche y sus derivados. "De esa manera
podemos llegar a un mayor número de población, pero a su vez también existe
gente que no consume productos lácteos y que tiene otro tipo de dietas como las
veganas. Entonces también abarcamos ese espectro de consumidores a través del
cultivo de hongos comestibles funcionales enriquecidos en selenio", señaló el
investigador.
Una vez puesta a punto toda la metodología a una
escala de laboratorio, se hizo la transferencia a una escala real en conjunto
con el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria de Rafaela, que cuenta con
campos y tambos experimentales. Se alimentó al ganado con la alfalfa
enriquecida y se obtuvo la leche. En el Instituto Nacional de Tecnología
Industrial se procedió al estudio tecno-funcional de la leche obtenida y de los
distintos productos lácteos (como, por ejemplo, leche en polvo, yogures, quesos
y suero) a partir de mediciones analíticas, evaluación sensorial y desarrollo
de protocolos para el proceso. Luego, las muestras de lácteos enriquecidos
producidas en Argentina se analizaron en laboratorios europeos con las
tecnologías disponibles allí, dónde se verificó por distintos medios que el
selenio orgánico se acumula efectivamente en la alfalfa y también en los
distintos productos lácteos obtenidos, como pensaba Muñoz.
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