08/01/2025
Ya no conozco gente que use el verbo "pulular". Deben existir seguramente, pero no me los cruzo, ocomo se suele escuchar ahora, "no me las estaría encontrando". La RAE define este verbo como bullir, abundar o multiplicarse, sobre todo, insectos y animales semejantes". Es decir, pulular es un verbo de connotaciones molestas.
Y aunque suelo escribir
desde la molestia, hoy lo que quiero es bordar algunas "conjeturas" al decir de
Borges. Nobleza obliga, para "bordarlas" -en el sentido con que lo usan en
España- necesitaría de más lectura y más citas de autores.
El reverso de este
precario bordado es la idea de que pululan por doquier ideas acerca de qué es
el hombre que, o bien lo reducen a la razón pura, o bien a pura biología. Como
siempre, quizás, desde Descartes en adelante.
Herbert Simon, único
Premio Nobel de Administración (Economía, 1978) -diría alguien que no quiero
nombrar. Quizás los que hicieron la Licenciatura en Administración o un MBA lo
conocen por su famoso libro de 1947, El comportamiento administrativo. Lo leí
hace mucho, recuerdo que tiene un lindo apéndice sobre cómo armar una escuela
de negocios (lo que más me gustó del libro) y recuerdo el sabor kantiano que te
deja en el paladar.
La memoria me puede
traicionar, pero me quedó la idea de que la razón es sobre todo una razón
calculadora y organizadora de los datos de la realidad y está "limitada"
(bounded rationality). Mi lectura maliciosa es que Simon, al referirse a las
limitaciones de la racionalidad, incurre en una confesión de tanguero
desencanto: "creía que era ilimitada y la vida me engañó", o bien, "me chiflaba
su belleza, pero la ví flaca, fané y descangayada"
Las
máquinas no tienen creatividad porque no tienen instinto de supervivencia"
Simon con su idea de racionalidad limitada no solo influyó en los también famosos Amos Tversky y Daniel Kahneman (este últimoNobel de Economía, 2002) y su conceptualización sobre los sesgos cognitivos sino que también integró el grupo Dartmouth que gestó la idea de Inteligencia Artificial en 1956.
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En estas aproximaciones a la toma de decisiones se suele enfatizar que la contraparte de lo racional es lo emocional dejando en el olvido a la voluntad, el deseo y la libertad. Y si bien se subrayan los aspectos no-racionales de la toma de decisiones, se quedan siempre del lado cognitivo y no aparece el rol de la voluntad libre. El sesgo es un bies, una visión torcida, una distorsión cognitiva.
Las emociones, por
ejemplo, se cruzan y distorsionan la decisión. Pero ¿ese es el problema de las
decisiones? Quizás sí, si solo lo
aplicamos a aquellas sobre ganar y perder en contextos de incertidumbre, que es
lo que estudió Kahneman. Pero ¿y el resto de las decisiones de la vida? ¿Aplica
este marco para la ética, por ejemplo?
La voluntad, el deseo o
la libertad no son sinónimo de emociones. Además, cada una de ellas no es un
botón separado en un tablero de control. Soy un todo integrado: mi sensibilidad,
mi intelecto, mi cuerpo, mi impulso vital, mi neurobiología, mis componentes
químicos y mi libertad, todo soy yo.
En la filosofía de la
inteligencia artificial se parte de la idea de que todo podrá ser reducido a un
lenguaje de ceros y unos, a impulsos eléctricos, a reacciones
electro-fisicoquímicas en el hardware, a algoritmos, a instrucciones, a
procesos, incluso la toma de decisiones éticas.
La
moral y la ética ante los "casos difíciles" que enfrenta la Justicia
Curiosamente en el
siglo XXI, en estos tiempos de la post-post-verdad, resucitan estas filosofías
que tienen plena confianza en el costado lógico y calculador de la razón
aumentado -maravillosamente y, de hecho -en sus capacidades por las
computadoras y la inteligencia artificial. A la par, crecen las neurociencias
con base en otras ciencias intentando explicar todo comportamiento humano.
Concedamos que -a lo
sumo- la IA podrá llegar a hacer un cálculo utilitarista de diferentes
escenarios al estilo de los dilemas de autos automáticos del MIT, Moral
Machine, pero no podrá recomendar una
decisión ética, porque no tiene cuerpo.
No hay ética, si no hay
cuerpo. No tiene sentido pensar y actuar según el bien y el mal si no
morimos-algo que no le ocurrirá ni al robot y al algoritmo. Los hermanos
Christopher y Jonatan Nolan tiene una línea brillante en la película
Interstellar (2014) que dice más o menos así: Las máquinas no tienen
creatividad porque no tienen instinto de supervivencia.
Parafraseando a Simon,
los robots y la IA tienen corporalidad limitada. Sin un "ser para la muerte",
sin reconocerse como alguien que va a morir y que a la vez lucha denodadamente
por estar vivo y trascender, la máquina se puede saltar perfectamente la
pregunta por el sentido, la pregunta por el bien o el mal, no la necesita ella
-no lo sabe- y la puede dar. Sin cuerpo, sin finitud, sin un yo o
individualidad con deseos de infinitud no hay ética, y de algún modo, tampoco
hay decisión. Elegimos porque vamos a morir, porque el tiempo es limitado y, a
lo que hacemos, le pedimos que haya valido la pena.
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Salud mental