03/02/2025
Pablo del Río, psicólogo del Centro de Alto Rendimiento de Madrid, establece un juego cuando comienza a tratar a algún deportista español. Le pide que se mire el codo o el brazo porque ahí, les dice, llevan grabada la fecha de caducidad. Es una forma de sacar de la realidad al atleta, de comenzar a entrenar la mente para saber que un día llegará la retirada, el temido adiós al oropel de la competición y los entrenamientos, y que necesita prepararse, estudiar, formarse en un plan B, asumir que el deporte es una actividad pasajera. La salud mental ha dejado de ser tabú en el deporte para convertirse en un eje.
Estrellas como Simone Biles o Naomi Osaka expusieron
con toda la crudeza que no son intocables. Su rendimiento superlativo en la
gimnasia o el tenis ha chocado contra las barreras mentales de la ansiedad o el
miedo a hablar en público. Dos casos que han obligado a la comunidad deportiva
a reconocer que la salud mental es un problema real y que la presión que ejerce
la competición en los deportistas es en ocasiones una pasarela hacia la
depresión.
El término salud mental ya se usaba en los años 90
-recuerda a ABC Pablo del Río, 35 años dedicado a la psicología en el dep
orte-. El entrenamiento psicológico es un trabajo preventivo. Se entrena.
Muchas alteraciones no tienen que ver con el deporte, son afectivas, familiares
o económicas. Cualquier profesión tiene las mismas alteraciones de conducta que
un deportista. Es gente muy joven que maneja la frustración que se le exige en
los resultados.
Cuando salgo ahí sola, tengo que afrontar los
demonios de mi cabeza», dejó Simone Biles como epitafio antes de anunciar su
abandono parcial en los Juegos de Tokio. «Hace unos meses todo se rompió en mil
pedazos porque empezaste a darme miedo. No te podía ni ver, llegué incluso a odiarte»,
escribió el jugador de baloncesto Alex Abrines al superar su depresión,
provocada al ser apartado por Oklahoma, el equipo de la NBA con el que había
firmado un contrato de 15 millones anuales. «No quería nadar más, no quería vivir
más, pensé en el suicidio, admitió hace años el nadador Michael Phelps, el
deportista con más medallas olímpicas de la historia (23).
Hasta hace pocos años estas historias personales,
guardadas con celo en el disco duro de cada deportista, se ocultaban con mucho
cuidado y más recelo al qué dirán y no se establecía un debate en la opinión
pública. Cuando en los noventa el entrenador Benito Floro contrató a un
psicólogo al hacerse cargo del Real Madrid, la chufla fue generalizada. Treinta
años después, los atletas lamentan no haber acudido antes a un profesional.
Es el caso de Ana Peleteiro , la atleta española que
tocó el cielo en los Juegos de Tokio con un bronce en triple salto y sus
luminosos 14,78 metros de contagiosa alegría. «Si llego a saber que la ayuda
psicológica me iba ayudar tanto hubiera empezado antes, pero nunca daba el paso
porque pensaba que lo tenía controlado. No sé por qué nos cuesta admitir que
necesitamos cuidar nuestra cabeza».
Les
cuesta dar el paso
A veces les cuesta dar el paso porque la salud
mental ha estado siempre relegada en el sistema sanitario español -reflexiona
Del Río-. Cada deportista tiene una personalidad y lo gestiona de una manera.
Si ellos o su entorno piensan que lo único que vale es ganar, les puede pasar
factura, influirá en su ánimo bajo, le faltará confianza. Eso sin hablar de
depresión, que es algo que tiene que diagnosticarse.
Peleteiro no pudo acudir a los Juegos de Río 2016 por una lesión y por malos hábitos, según reconoce ella misma. Varias lesiones encadenadas mortificaron a Andrés Iniesta. Entre esto y la muerte de su amigo Dani Jarque , el héroe de España en el Mundial de Sudáfrica cayó en el pozo de la depresión. «No disfrutaba las cosas, poco a poco sentía que no era yo. No tienes sentimientos ni pasión, me sentía vacío por dentro.
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A Simone Biles le pudo el peso de su perfección como
gimnasta. No quería que empezaran los Juegos de Tokio para disfrutarlos, sino
que terminaran para dejar resuelta su superioridad como atleta. Pero aquella
responsabilidad se transformó en una carga y la americana dio el paso: decidió
no competir.
La ansiedad y el estrés están ahí, en nuestra
sociedad, en tu trabajo», analiza Pablo del Río. «Y se reduce con entrenamiento
psicológico. Mi recomendación siempre es buscar programas objetivos, en coordinación
con el entrenador y el staff técnico . Hay que fijar expectativas realistas y
afrontarlas de manera natural. Si el staff técnico, las federaciones o el
entorno marcan objetivos sin hablar o negociar con el deportista, tenemos un
problema».
Lejos de la purpurina que envolvía a Simone Biles,
la atleta española de 3.000 obstáculos Irene Sánchez Escribano se lesionó dos
semanas antes de los Juegos que llevaba preparando cuatro años. Lo pasó muy
mal. «Hubo que aportar orientaciones y estrategias, apoyo familiar y de la
pareja, apoyo social. Después de una fase de duelo que hay que pasar, tiene que
llegar la aceptación de la situación y la lesión, que es lo más duro. Ella no
quiso hablar con nadie de los que estaban en Tokio . Bastante tenía. Pero hace
años, un deportista se lesionaba y el entrenador le decía, vete a casa y cuando
te recuperes vuelves. Hoy no. Un deportista lesionado puede seguir entrenando.
Si te lesionas un dedo o una pierna, puedes entrenar otras partes del
organismo. Puedes estar con tus compañeros, integrado en un grupo, sentirte
útil y mitigar el dolor».
La salud
mental no es una broma , esto es real y es serio», escribió en sus redes
sociales el campeón de la Fórmula 1 Lewis Hamilton.
Claro que es un problema serio», enfatiza Del Río.
«A los deportistas hay que enseñarlos a perder, decirles que van a perder más
días que van a ganar. El salto de júnior a sénior es muy grande. He visto
muchos casos en los que se cuestiona la valía, se pierde confianza, se cambia
de entrenador... Viven en una realidad falsa . Puedes aprender desangrándote.
Casi le pasa a Ana Peleteiro, fue campeona mundial júnior y se le hizo la ola,
los dirigentes, la prensa. La ensalzaron fuera de lo normal. Fue una distorsión
de la realidad y Ana reconoció que le hizo mucho daño. Si solo vale ganar, mal
vamos.
Entrenar
la retirada
¿Qué pasa entonces con los grandes campeones, Nadal,
Alonso, Gasol ? ¿No sufren? Los grandes campeones lo son porque manejan mejor
que nadie las situaciones de ansiedad o estrés», explica el psicólogo
deportivo. «Alguna vez también se desmoronan, son humanos. Pero compiten contra
sí mismos, no contra otros. Rendir al máximo no significa ganar, sino dar lo
mejor de ti mismo.
Igual que se entrena la ansiedad de competir en la
élite, los psicólogos entrenan a sus deportistas para la retirada. Otra
situación vital ligada a la depresión. Un famoso ciclista español perdió un
avión, una vez se había retirado, porque no sabía que había que sacar una
tarjeta de embarque para viajar. Siempre se lo habían dado todo hecho. « No
podemos fabricar i nútiles -dice Pablo del Río-. Siempre hay que formarse y
estudiar para saber vivir cuando te retires. En los deportes minoritarios viven
cuatro del deporte. Una beca o una medalla olímpica te da para una entrada de
un piso o comprar un coche, no puedes comprar el pan o la carne con una
medalla. La formación es prioritaria. Si no estudias una cosa, estudia otra,
pero estudia.
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31/01/2025