14/10/2024
De la mano del crecimiento exponencial de las redes sociales, se romantizó el hecho de publicar en las cuentas personales fotos y videos de la primera comida de un hijo, una visita al médico, un paseo por la plaza o su inicio de clases. También se muestran sus vidas cuando ya son adolescentes, aunque a cierta edad no les resulte divertido mirar la camarita del celular de los padres. Nada de esto es inocuo: los expertos advierten sobre los múltiples riesgos que estas prácticas suponen sin que haya una real conciencia por parte de los adultos. Las publicaciones pueden transformarse en material para redes de pornografía infantil, promover el grooming, el ciberacoso, el ciberbullying y el robo de identidad o de datos personales.
Las cifras sobre la presencia de los menores en las
redes sociales son abrumadoras. Según un estudio de la empresa de seguridad
informática AVG, difundido en 2019, el 81% de los bebés tienen presencia en
internet antes de cumplir los seis meses. La encuesta que, abarcó a diez
países, arrojó además que el 23% de los niños debutan en línea incluso antes de
nacer porque sus padres publican imágenes de las ecografías. Una investigación
realizada ese mismo año por EU Kids Online señala que el 89% de los padres en
España comparten imágenes de sus hijos una vez al mes y que solo el 24% les
preguntan si están de acuerdo.
"En un principio todos creímos que compartir fotos
en internet era lo más normal. Cuando aparecieron las plataformas nos sedujo
eso de que podíamos publicar lo que hacíamos, con quién estábamos y adónde
íbamos. Pero años después, con la masificación de estos canales, empezamos a
entender que no todo es tan inocuo", señala Marcela Czarny, fundadora y
directora de Chicos.net, una organización civil que promueve los derechos de
menores y adolescentes en entornos digitales. La especialista sostiene que, si
bien las redes sirven para acercar a la gente, comunicarse y expresarse, vienen
acompañadas de problemas encubiertos. "Las mamás y los papás publican las fotos
de sus hijos con la mejor intención sin darse cuenta de que esto puede llegar
en un extremo a un pedófilo o de que alguien con fines delictivos se puede
apropiar de ellas. Lo que se sube a internet ya no es de nadie", advierte. Y
pone el acento en la necesidad de tomar conciencia acerca de la huella digital,
que es todo el camino que dejamos como usuarios de internet.
Pornografía
e inseguridad
La palabra sharenting proviene de la fusión del
término share, que significa compartir, con el término parenting o paternidad.
Y se refiere a la acción de sobreexponer a niños, niñas y adolescentes en
internet por medio de la publicación excesiva de fotografías sin su
consentimiento. Esta práctica, cada vez más instalada en una sociedad
atravesada por lo digital, puede tener consecuencias que afectan la integridad
de los menores. "Desgraciadamente, muchas de esas imágenes publicadas por
familiares son utilizadas por grupos de personas vinculados a la elaboración de
imágenes de pornografía infantil, que además usan técnicas de edición con
dispositivos de Inteligencia Artificial", explica Carlos Christian Sueiro,
profesor de Criminalidad Informática, especialista en Derecho Penal y abogado
por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Y agrega: "A partir de la IA generativa,
la imagen inocente de un niño, niña o de un adolescente, puede ser convertida
en una imagen del desnudo del menor o del adolescente, exhibiendo su
genitalidad, o bien, pasar a representar una actividad sexual explicita".
Luego, esas imágenes son distribuidas, difundidas o incluso comercializadas en
la red profunda o deep web.
Se suman también otras cuestiones relacionadas con
la inseguridad que pueden resultar de compartir imágenes o videos donde pueden
identificarse datos personales de los menores. Por ejemplo, fotos que los
muestran con el uniforme del colegio al que van o en las que se evidencian los
lugares que visitan con frecuencia como el club o la plaza cercana. Es más, no
es poco habitual que se logre visualizar la puerta de la casa donde viven.
Un artículo académico de la Doctora en Ciencias
Jurídicas y en Ciencias de la Educación Bibiana Nieto, llamado El sharenting y
los derechos personalísimos del niño en Argentina, elaborado en el marco de los
proyectos de la Universidad Católica Argentina (UCA), se analizan las
consecuencias de compartir información sin recaudos. "Cuando, por ejemplo, un
padre publica en una red social una foto de su hija acompañada de un: '¡Feliz
cumpleaños, María!', está dando a conocer su cara, su nombre y el día de cumpleaños,
datos que podrían ser de utilidad para quien planea cometer un delito", dice el
texto. "En este sentido, un reporte del Comisionado de Seguridad Electrónica
Infantil de Australia informa que las fotos inocentes de niños compartidas
originalmente en las redes sociales y blogs familiares representan hasta la
mitad del material que se encuentra en algunos sitios de intercambio de
imágenes de pedófilos", consigna el artículo, publicado en 2021 por la Revista
Perspectivas de las Ciencias Económicas y Jurídicas. Vol. 11, N° 2, de la
Universidad Nacional de La Pampa.
Entre otros delitos asociados, la autora enumera el
secuestro digital o robo de identidad -que ocurre cuando alguien toma fotos de
un niño de las redes sociales y las reutiliza con nuevos nombres e identidades-
o el bullying, es decir cuando las fotos, videos o audios son utilizados por
otros para su hostigamiento.
Algunos
peligros de subir imágenes de nuestros hijos a las redes sociales
Grooming
Consiste en la utilización de medios electrónicos por
parte de un adulto para estafar, engañar o acosar a un niño, niña o
adolescente. El mayor de edad suele conectarse con el menor a través de redes
sociales, juegos en línea o aplicaciones, entre otras vías. En muchos casos, se
hace pasar por otra persona para ganarse la confianza de la víctima.
Ciberbullying
Es el acoso o la intimidación por medio de
plataformas digitales con el objetivo de atemorizar o humillar a otras
personas, en este caso menores de edad. Puede incluir burlas, mensajes
agresivos y el envío de imágenes hirientes, vergonzantes o amenazantes.
Robo
de datos personales
Puede pasar desapercibido durante muchos años. Si
bien hay niños que naturalmente tienden a dar información sobre sí mismos, en
muchos casos son los padres los que los exponen desde sus plataformas.
Sustracción
de identidad
La información personal de menores puede ser
utilizada para múltiples fines delictivos, como hacer compras con su celular
hasta adquirir préstamos o beneficios.
Pedofilia
Las imágenes de niñas o niños total o parcialmente
desnudos en situaciones cotidianas pueden convertirse en material pedófilo pese
a ser compartidas por sus padres sin ninguna connotación sexual.
Riesgos
emocionales
Más allá de los delitos asociados al sharenting, hay
riesgos emocionales sobre cómo se pueda sentir el menor una vez que crezca. Su
imagen pertenece a su esfera privada y es su derecho preservarla. Los padres
deben escuchar las preferencias de sus hijos y respetarlas.
"Me
gusta compartir lindos momentos"
María Gasparinetti tiene 44 años, vive en La Plata,
y cuenta que comparte fotos de su hijo de ocho en Facebook e Instagram. "Son
cuentas privadas y entre mis contactos tengo a personas conocidas o seguidores
de confianza. Me gusta compartir lindos momentos y dejar registro", dice. Sobre
el consentimiento de su hijo, aclara que si bien cuando era muy chico no le
consultaba antes de subir una foto, ahora sí lo hace. En general, su respuesta es:
"No, no publiques", admite. Distinto es el caso de Carola F, que nunca
compartió imágenes del rostro de sus hijos. "Tengo las cuentas cerradas, pero
aun así, prefiero que no sean identificables sus caras. ¿Qué necesidad hay de
mostrar todo y encima exponerlos a situaciones de riesgo?", se pregunta esta
madre de 53 años.
En la misma línea, Christian Miller, de 36 años y
del barrio de Almagro, decidió no publicar fotos de su hija recién nacida. "Si
bien comparto imágenes con mis familiares, a través de WhatsApp, todos saben
que mi intención es reducir su huella digital al mínimo posible. Claro que no
puedo evitar que haya alguna foto dando vueltas o que mi mamá o mi suegra la
muestren entre sus amigos, pero con bajar su exposición me doy por satisfecho",
indica. "Desde ya, no tomo fotos de la bebé al bañarla o cuando la cambiamos,
para evitar cualquier tipo de pérdida del material o envío indeseado", afirma.
Sobre esta cuestión, Daniel Monastersky, abogado y
director del Centro de Estudios en Ciberseguridad de la Universidad del CEMA,
destaca la necesidad de prevenir y hacer saber al círculo de familiares y
amigos por qué no queremos exponer a los niños. Él mismo escribió una carta
para que las personas que quieran resguardar la intimidad de sus hijos puedan
enviar a sus familiares con consejos concretos sobre qué mostrar y qué no.
Entre algunas alternativas, propone que si alguien quiere publicar la foto del
menor en sus redes difuminen su cara para que no sea identificable, además de
no incluir etiquetas ni menciones, no revelar información personal como nombre
completo, fecha de nacimiento o ubicación.
Recaudos
para minimizar riesgos
En caso de que los padres decidan compartir imágenes
de sus hijos, Sueiro señala la importancia de no mostrar fotos de los menores
solos, sino que siempre es preferible que estén rodeados por familiares, y
plantea que el posteo debe dirigirse a un número acotado de destinatarios
conocidos, es decir, no realizar publicaciones abiertas al público en general
de seguidores. Otro recaudo a tener en cuenta es no realizar publicaciones en
estados de mensajería instantánea en forma masiva o abierta a todos los
contactos telefónicos. Se desaconseja además publicar imágenes en tiempo real y
mensajería instantánea que puedan revelar la geolocalización de los menores. En
la misma línea, es clave que los padres estén atentos a que en las fotos no se
identifique el colegio o la institución en la que se educan sus hijos. No solo
es clave evitar las etiquetas: también es potencialmente peligroso revelar
apodos o pseudónimos de los niños, niñas o adolescentes.
"Debemos leer los términos y condiciones de las
redes sociales para enterarnos qué hacen con las imágenes o videos que subimos.
Y prestar atención a los pedidos de autorización de los colegios para hacer uso
de imágenes de nuestros hijos. Cada vez que damos nuestro consentimiento, exponemos
y dejamos huella digital de los menores", indica Mercedes Morera, socia y
directora en Snoop Consulting Pymes.
Una
pregunta incómoda para padres
Lucila Villanueva, de Palermo, se emociona con los
pasos que su bebé da todos los días, pero conoce bien, a sus 28 años, cuáles
son sus límites: "Me encantaría compartirlos en mis redes sociales, pero como
adulta responsable, tengo que dimensionar los daños que esto puede ocasionar al
presente y al futuro de mi hijo y dejar de lado el adultocentrismo. Como sujeto
debe construir su imagen e identidad digital".
En este punto, se abre una pregunta no menos
interesante: ¿querrá mi hijo verse expuesto en las redes sociales con fotos y
videos de pequeño cuando sea mayor? "Al llegar a la mayoría de edad, los jóvenes
podrían decidir que no quieren que esos datos sigan disponibles en la web y
reclamarán su eliminación. ¿Sería posible? La respuesta es no", sentencia
Nieto.
"Vemos a diario, a personas llamadas influencers que
muestran a sus hijos como método de publicidad, que son contratados por
empresas comerciales para promocionar sus productos, y por esa razón, los
exponen. En estos casos, detrás de la difusión, hay un interés económico de los
padres", señala Nieto en su artículo académico.
Sin embargo, la experta advierte que también es
habitual observar a progenitores que, sin ser famosos, exhiben escenas de sus
vidas cotidianas. ¿Por qué lo hacen? Laura Lezaeta, psicóloga infantil, plantea
que muchos padres y madres se ven impulsados a compartir imágenes de sus hijos
en las redes sociales a modo de construir comunidades con otras personas que
están en su misma situación y, de esa forma, crear lazos sociales que les
permitan poder intercambiar consejos, experiencias o herramientas que puedan
aplicar en la crianza con sus hijos. Czarny también explora en la necesidad de
mostrar al exterior lo que ocurre en la intimidad. "Quizás es necesario tomar
conciencia de que hay momentos que no hace falta publicar porque la vida es
mucho más rica cuando hay un adentro y un afuera de las redes", subraya. La
especialista explica que existe lo que se llama educación crítica de medios
digitales, que implica entender cuándo publicar y cuándo no hacerlo. "Si mi
hijo de cinco años se cayó al barro y llora, pero está divino, ¿está bueno
publicarlo? Nos vamos a reír todos, pero luego se puede viralizar y puede
resultar víctima de bullying. Es importante preguntarnos para qué publicamos,
¿tengo una necesidad?, ¿lo hago porque mis amigos publicaron y yo no?", interpela.
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