09/12/2024
El trastorno bipolar me ha hecho vivir experiencias bastante agónicas, pero también es cierto que, de alguna forma, le estoy agradecida porque, hoy por hoy, estoy en una situación aventajada. Me puedo dedicar a la prevención y a la promoción de la salud, vivir de una forma mucho más consciente. Si no fuera por este trastorno no sería así. El trastorno bipolar tiene claroscuros y yo he sabido materializar o manifestar lo bueno. Creo que están ahí los aprendizajes positivos, sin olvidar que tiene esa parte difícil y dura.
Pero este es el enfoque que yo divulgo y que trato
de visibilizar. Sensibilizar a las personas que están diagnosticadas de que
siempre es posible, a pesar de tener una enfermedad mental, desarrollar y
fortalecer el carácter, ese afán de superación, de alguna manera reiniciar y
darnos una oportunidad de vivir otra vez», es la carta de presentación de Nerea
Astigarraga, la historia de una persona a la que el diagnóstico de una
enfermedad mental como el trastorno bipolar le cambió la vida. En su caso, supo
darle la vuelta a esa moneda para convertir en cara la cruz. Se reconvirtió por
completo, se «reseteó.
Estudió Psicología para conocerse, entender su
problema y tener herramientas para ayudarse a sí misma. Escribió un libro
(«Resetea tu vida») y ahora trata de ayudar a otros en su misma situación. Este
es un resumen rápido de todo lo que pasó durante muchos años, pero empecemos
por el principio.
Lo mío viene de muy atrás. Tuve mi primer brote psicótico a los 20 años y ahora tengo 45. Cuando tuve mi primer ingreso tras un brote psicótico vivía en el extranjero, en Inglaterra, con todas las vicisitudes de la juventud, de vivir la vida a un ritmo vertiginoso. Tuve otras recaídas, a los 26 años, a los 31. Pero no se me diagnosticó hasta los 34 años», explica Nerea. Entonces llevaba una vida, cuanto menos, exigente. Volvió de Inglaterra y montó su propio negocio, una academia de inglés: «A los 32 años estaba bien económicamente, llevaba bien mi negocio. Pero había vivido varias crisis potentes y no se sabía por qué podía ser.
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Anteriormente conocido como enfermedad
maníaco-depresiva, el trastorno bipolar es un problema de salud mental grave en
el que se produce una alteración en los mecanismos cerebrales de regulación del
estado de ánimo. Las personas que lo sufren pasan de ciclos de manía a fases de
depresión. La guía de práctica clínica del trastorno bipolar apunta a que la
presentación clínica de cada caso es muy heterogénea.
Puedes
leer todo sobre el trastorno bipolar en esta información.
Cuando llegó el diagnóstico yo también me encontraba
trabajando y estudiando. Digamos que, en mi caso, el hilo conductor de estos picos,
de estos brotes, está muy relacionado con el estrés, con altos niveles de
cortisol, momentos de ansiedad generalizada. El trastorno bipolar es
multicausal, en mi familia no hay antecedentes de esta enfermedad. En mi caso,
pueden ser muchas cosas, situaciones estresantes, el abuso de algunas
sustancias durante la juventud. Lo que está claro es que yo siempre he tenido
una tendencia a la hiperactividad. No sé si fue antes el huevo o la gallina, si
el trastorno bipolar o ese carácter. Esa tendencia a estar siempre
desarrollando cosas, esa autoestima exacerbada en algunos momentos en los que
me siento empoderada para poder realizar varias cosas al mismo tiempo y no
descansar», continúa explicando Nerea.
Volvemos al momento del diagnóstico, en el año 2011.
«Estaba en Barcelona aquel verano, estudiando y trabajando a la vez, y empecé a
oír voces. No era la primera vez que me pasaba, ha sido algo común para mí,
aunque desde hace cuatro años lo tengo bastante atenuado. Hay que decir que el
trastorno bipolar te hace vivir momentos muy agónicos, es un estado de
despersonalización, de alucinaciones, tu alma parece que se sale de tu cuerpo,
estás en otro mundo. En ese momento pude solicitar ayuda, me ingresaron, tuve
un ingreso más prolongado y ahí me diagnosticaron. Le pusimos el nombre, la
etiqueta, y ahí tuve que trabajar con ese impacto, ese bloqueo y cóctel de
emociones, de rabia. Trascender eso y al final aceptarlo para aprender a
convivir con ello en paz. Por fin, lo superé y ahora tengo otro estilo de vida.
Pero fue duro», recuerda. El camino hasta el diagnóstico fue largo, al igual
que la andadura después.
¿Cómo
es un brote psicótico?
Es la parte más morbosa de un episodio maníaco que
desencadena un brote psicótico. Muchas veces se escucha que derivan en situaciones
violentas, con daños físicos incluso, pero afortunadamente en mi caso nunca he
llegado ni a agredir ni a autolesionarme, aunque puede ocurrir. Yo escuchaba
voces, he llegado a estar en medio de la ciudad y no saber dónde estaba mi
casa, cuál era el camino para llegar. Lees carteles en otro idioma, ves colores
que no son, sientes que la gente te persigue... Todo esto es parte de un
episodio psicótico».
Un
cambio de vida
Lo que yo viví es un largo proceso. Primero el
impacto, esas emociones de rabia, culpa, miedo... Decidí que no podía retomar
mi vida pasada, el diagnóstico es una ruptura, yo no podía volver a mi vida,
tenía que cambiar, dar un giro. Elegí descansar, resetear para luego poder
avanzar. Aposté por la psicoeducación. Decidí volver a la Universidad», una
vuelta a los estudios que fue el principio de todo lo que vino después. Nerea
no se matriculó en cualquier carrera, estudió Psicología. Un año después del
diagnóstico estaba en su primera clase.
A los cuatro años me gradué, ahí recuperé mi autoestima,
volví a ser capaz de liderar mi vida. Siempre acudiendo, eso sí, a las citas
con mi psiquiatra. Cada día era como subir una montaña, constantes flashbacks.
Poco a poco también me fui soltando, abriéndome, Todo lo que aprendía lo iba
aplicando en mi día a día», recuerda.
Después siguió estudiando y decidió reflejar en un
libro todo lo que había aprendido. Escribió Resetea tu vida. Cómo descubrí un
nuevo estilo de vida tras ser diagnosticada de Trastorno Bipolar. Comenzó a
centrarse en ayudar a las personas que se puedan encontrar en una situación
similar a la suya, también a visibilizar esta enfermedad sobre la que todavía
hay un gran estigma. Hace más de una década que Nerea no ingresa en un hospital
psiquiátrico, vive en constante equilibrio pero no ha vuelto a vivir un brote
psicótico.
Hay que aprender a gestionar el universo emocional,
mental y conductual. Mirar hacia dentro y renovar esas áreas. A mí me ayuda
mucho la música, la pintura. Es muy importante utilizar un lenguaje más
asertivo para hacernos menos daño a nosotros mismos, siempre tratamos de decir
sí a todo, pero hay que decir no también. La enfermedad me ha enseñado a
priorizar mi estado anímico, a poner límites a ciertas situaciones y personas.
Ser selectivo con tus hábitos. Hay que autoconocerse y saber lo que nos aporta
cada cosa, resume de todo su aprendizaje.
Las personas como yo tenemos que fabricarnos unos
horarios, unas estructuras. Aquel que se encuentre desorientado, que solicite
ayuda. Todavía hay gente que sigue en el armario, entiendo que todavía hay
muchos estigmas, prejuicios. Pero tenemos que generar redes de colaboración y
estrechar lazos. Hay que quererse a uno mismo. Tampoco podemos olvidar la
importancia del apoyo incondicional de la familia o los amigos. Las personas
que tenemos una enfermedad mental nos tenemos que sentir queridas,
comprendidas. Que nos brinden apoyo y amor», asegura Nerea, que recuerda que su
propósito hoy por hoy es, primero, seguir ayudándose a sí misma, para, después,
allanar el camino a otros.
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