27/02/2025
Lionel Scaloni cosecha una gran cantidad de récords y lauros al frente de la Selección Argentina de fútbol: 36 partidos invictos, 57 victorias en 76 encuentros oficiales, Copa América 2021 (en una épica final contra Brasil en el Maracaná), Finalissima 2022, Copa Mundial Qatar 2022 y, recientemente, Copa América 2024. Este ex jugador nacido en Pujato, Santa Fe, que fue duramente cuestionado al inicio de su gestión como DT, logró transformar al equipo albiceleste en un grupo sólido y ganador, con un estilo de juego definido y una gran unión entre los jugadores.
Su trayectoria, desde sus inicios como interino hasta su consolidación
como uno de los directores técnicos más exitosos de la historia del fútbol
argentino, está marcada por la capacidad de superar obstáculos y adaptarse a
nuevas circunstancias. Esta resiliencia es esencial en el mundo de los
negocios, donde los líderes deben estar preparados para enfrentar desafíos y
encontrar nuevas formas para hacer sostenibles sus negocios en un contexto cada
vez más frágil, volátil, incierto, complejo y ambiguo.
La clave del éxito de Scaloni se resume, quizá, en el modelo de las tres
H, popularizado por Simon Sinek: humildad, humanidad y honestidad. Este enfoque
le permite no solo construir un equipo ganador, sino también establecer un
estilo de liderazgo ejemplar que nos ofrece más de una lección a quienes están
al frente de una compañía.
Valores de liderazgo
El primer pilar de este modelo es la humildad. Scaloni, que jugó en
Newell 's Old Boys, Estudiantes de La Plata y el Deportivo de La Coruña -entre
otros-, demostró una notable capacidad para mantener un ego saludable,
reconociendo tanto sus fortalezas como sus oportunidades de mejora. En un mundo
tan competitivo y con tanta presión externa, logró no creerse superior en los
mejores momentos, ni inferior en los
malos tiempos. Esta humildad le permitió tomar decisiones difíciles sin que le
temblara el pulso, como dejar fuera a jugadores históricos y dar oportunidad a
nuevos talentos.
La humildad también se refleja en su capacidad para sorprender y superar
las bajas expectativas que se tenían sobre él al principio.
El segundo eje es la humanidad. Scaloni mostró ser un líder que entiende y valora a sus jugadores como seres humanos, no como superhéroes. Fue transparente con sus emociones, incluso llorando cuando tenía que llorar y abrazándose con sus hijos para celebrar. Su relación cercana y auténtica con los jugadores estimula un ambiente de trabajo positivo y solidario. Esta humanidad se visualiza en su capacidad para conectar con el equipo, manteniendo una distancia óptima: cercana pero sin perder la autoridad necesaria para poner límites y marcar la dirección.
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El tercer punto, en tanto, es la honestidad. El técnico mantiene la
coherencia entre lo que es y lo que dice ser. Esta coherencia y autenticidad
son las que lo ayudaron a ganarse el respeto de sus jugadores y del cuerpo
técnico. La honestidad también se manifiesta en su disposición a admitir sus
límites y vulnerabilidades, como cuando expresó su agotamiento tras el éxito en
el Mundial de Qatar, mostrando que incluso los líderes más exitosos necesitan
tiempo para recargar energías.
Adaptación e innovación: claves para el éxito
sostenido
Scaloni asumió el cargo de DT en un contexto complicado. Su predecesor,
Jorge Sampaoli, había generado una relación tóxica con el equipo, marcada por
una falta de química y conexión. Scaloni, quien formaba parte del equipo de
Sampaoli, entró en el puesto casi por casualidad y comenzó su interinato en
medio de muchas dudas y bajas expectativas. Sin embargo, logró superar todas
las expectativas iniciales y construir un equipo al que se reconoce como La
Scaloneta, un símbolo de resistencia y perseverancia.
Su fórmula no se limita a su capacidad para
tomar decisiones difíciles y mantener la humildad. También demuestra una gran
capacidad para adaptarse y cambiar cuando las circunstancias lo exigen.
La paradoja del éxito es ese fenómeno que hace que muchos consideren que
la receta del éxito de hoy nos garantiza el del futuro y se sostendrá en el
tiempo, pensar que una fórmula exitosa siempre funcionará. "Equipo que gana,
equipo que no se toca", suele decirse en la jerga futbolera. Si haciendo las
cosas de una manera alcanzo los resultados aspirados, ¿por qué cambiar?
Sin embargo, Scaloni evitó caer en esta trampa y no se aferró a ninguna
estrategia fija. Probó diferentes formaciones y tácticas, demostrando
flexibilidad y capacidad de innovación incluso en momentos de éxito. Este
enfoque es clave en el mundo de los negocios, donde la capacidad de cambiar
proactivamente, adaptarse y reinventarse constantemente es esencial para el
crecimiento sostenible.
Y lo que él logró es que, en pleno éxito, se volvió a refundar una y
otra vez. De hecho, solo repitió 3 veces la misma formación entre partido y
partido en todo su historial e hizo cambios en los planteles para cada uno
de los distintos campeonatos. Esto no es
menor, porque en cada oportunidad empezó a incorporar jugadores jóvenes para el
futuro. No es que se limite a exprimir el mismo producto hasta que se agote,
sino que hay una constante reinvención. Además
de los logros, lo importante es que está dejando lo que las empresas tanto
buscan: un "pipeline", una reserva de talento para la próxima etapa. No solo
está obteniendo resultados, sino que está construyendo capacidades futuras,
algo que las organizaciones valoran enormemente.
El camino de Scaloni también estuvo marcado por una serie de decisiones
estratégicas acertadas. Su capacidad para conformar un equipo sólido entre el
cuerpo técnico, eligiendo a personas de su extrema confianza, como Pablo Aimar,
Walter Samuel y Roberto Ayala, fue fundamental. Estos ex jugadores, que también
tienen habilidades complementarias, trabajaron de manera cohesionada,
demostrando la potencia y el impacto que tiene un equipo pequeño pero sólido.
Scaloni trasciende el modelo del líder héroe
para establecer un sistema de liderazgo compartido. Este enfoque se centra en
la idea de que el éxito no depende de una sola persona, sino de un equipo que
trabaja en armonía. En lugar de ser el centro de atención, Scaloni dejó que
otros miembros del cuerpo técnico y jugadores asuman roles de liderazgo,
creando una estructura más robusta y resiliente. Este sistema de liderazgo
compartido asegura que el equipo pueda seguir funcionando de manera efectiva
incluso en su ausencia, lo que es clave tanto en el fútbol como en el mundo
empresarial.
Otro aspecto notable del liderazgo de Scaloni es su manejo de los egos.
En un mundo donde las estrellas del fútbol suelen tener personalidades fuertes,
Scaloni supo dejar el protagonismo a los jugadores, destacándose como un líder
que trabaja en segundo plano. Esta actitud no sólo reforzó su autoridad, sino
que también ayudó a que los jugadores se sientan valorados y reconocidos por sus
logros.
La capacidad de Scaloni para transformar un plantel de jugadores
talentosos en un equipo cohesionado y exitoso es un testimonio de su liderazgo.
Pudo hacer, sin más, lo que muchas empresas buscan: convertir un conjunto de
talentos individuales en un equipo estelar. Este proceso implica no solo la
identificación adecuada de los miembros del equipo, sino también la creación de
un ambiente donde cada uno puede ofrecer su mejor versión.
En este sentido, demostró que el éxito en el
fútbol, al igual que en los negocios, no se trata únicamente de tener los
mejores recursos, sino de saber cómo potenciarlos de manera efectiva. Su
enfoque en la humildad, la humanidad y la honestidad fue clave para construir
un seleccionado que se destaca por espíritu de equipo.
El modelo de las tres H en el liderazgo de Scaloni resultó ser una
fórmula efectiva. Como él mismo demostró, el éxito no se trata de aferrarse a
una receta fija, sino de adaptarse, reinventarse y mantener siempre una actitud
de aprendizaje y crecimiento. Y, como bien lo ejemplifica, un oxímoron posible:
un argentino humilde. ¡Aspiremos a que muchos otros adopten este camino, todos
saldremos ganando!
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