04/02/2025
A los chicos hay que llegarles al corazón, con firmeza, pero llegarles al corazón. Ahí se conmueven y cambian; no van a cambiar por discursos, o por orden, van a cambiar cuando se sientan conmovidos, asegura Claudia Messing, psicóloga, socióloga y presidenta de la Sociedad Argentina de Terapia Familiar, quien hace tres décadas que investiga cómo han cambiado los niños y, a su vez, los modelos necesarios de crianza.
Autora de libros como Cómo sienten y piensan los
niños hoy. Investigación sobre la simetría del niño con el adulto y ¿Por qué es
tan difícil ser padres hoy? Construcción de nuevos modelos de autoridad
(Noveduc), conversó con Clarín antes de una nueva edición de su taller "Escuela
para padres", que lleva adelante junto a su marido y padre de sus cuatro hijos,
el doctor Benjamín Zarankin.
También presidenta del Instituto de Terapia
Vincular-Familiar, Claudia explica su teoría sobre la "simetría inconsciente"
del niño con el adulto, un cambio psíquico-estructural que -asegura- ocurre hoy
más allá de la habilidad de los padres para ejercer la crianza.
-
¿Por qué los padres ya no sabemos poner límites?
- Porque los chicos han cambiado: la paridad
psíquica entre padres e hijos es más evidente en cada generación.
Desde hace muchos años investigo un cambio psíquico
estructural que he denominado "simetría inconsciente": los niños -desde muy
pequeños- copian a los padres como si estuviesen frente a un espejo, pero se
confunden con el adulto -porque se sienten adultos- y quedan en paridad
psíquica con los padres.
¿Esto
qué significa? Que cuando vos a un chico le decís que no haga algo, se siente
muy ofendido, porque en su cabeza lo que él piensa está bien. Los padres deben
entender que ellos se ofenden mortalmente cuando les decimos lo que tienen que
hacer, porque confían en su propio criterio.
Me he dedicado justamente a demostrar este cambio
psico-estructural que lo podemos ver perfectamente en las redes, cuando vemos
un bebé que habla antes de conocer el idioma, que parece que habla por teléfono
y en realidad no dice una sola palabra; es decir, los chicos que imitan
masivamente a los padres. Hay infinidades de vídeos en Instagram mostrando esta
"copia masiva del adulto", que después repercute en que el chico se sienta
grande, igual que el adulto.
"Siempre el chico jugó a que se ponía los
collares de la mamá, los zapatos e imitaba a los padres, pero ahora no es un
juego, es un 'como sí'", explica Claudia Messing, psicóloga, socióloga y
presidenta de la Sociedad Argentina de Terapia Familiar."Siempre el chico
jugó a que se ponía los collares de la mamá, los zapatos e imitaba a los
padres, pero ahora no es un juego, es un 'como sí'", explica Claudia
Messing, psicóloga, socióloga y presidenta de la Sociedad Argentina de Terapia
Familiar.
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Pero históricamente los chicos aprendieron imitando a los padres -el idioma y
demás-, ¿qué es lo que hace que ahora sea distinto?
- Siempre el chico jugó a que se ponía los collares
de la mamá, los zapatos e imitaba a los padres, pero ahora no es un juego, es
un "como sí". Lo que cambió es la certeza que tienen los niños en sus opiniones
y la confianza que tienen en su pensamiento, por lo que se genera esta brecha
tan fuerte.
-
¿Por qué se generó este cambió?
- ¿Qué pasó en el mundo? Se acabó el miedo y la
distancia en los vínculos familiares, lo que hace que la copia sea masiva, no
hay interferencia: antes, a los dos años te pegaban un grito y se acababa esa
copia masiva, porque el adulto se plantaba como adulto y el chico perdía esa
idea de que era un igual, porque el mundo funcionaba distinto, había un modelo
autoritario de crianza. El segundo factor es que hubo una generación -la del
70- que cuestionó a la autoridad, dijo "prohibido prohibir", expulsó el
principio de autoridad y transmite inconscientemente a las a las siguientes
generaciones esta "no autoridad" en la cabeza.
Yo me dedico, primero que nada, a que los chicos
sean entendidos y comprendidos, para no caer en el error de ponernos autoritarios.
Cuando nos ponemos autoritarios, los chicos nos rechazan, se ofenden, hacen
berrinches intensísimos.
Hoy el berrinche es un problema que requiere cientos
y miles de cuentas de Instagram que dicen cómo manejar un berrinche. ¿Por qué
ocurre este fenómeno? Siempre hubo berrinches, pero no tenían esta magnitud ni
esta dimensión ni esta dificultad para ser contenidos. Entonces, hay un cambio
psíquico-estructural que requiere una mirada distinta: requiere un nuevo modelo
de autoridad.
¿Por qué te creés que hay que llamarlos 15 veces
para que vengan a la mesa, para que apaguen la Play y hagan su tarea, o para
que se bañen? Porque los chicos consideran que van a hacerlo cuando ellos
quieran, e incluso no entienden por qué los padres insisten.
"Los chicos consideran que van a hacerlo cuando
ellos quieran, e incluso no entienden por qué los padres insisten". Foto:
gentileza Claudia Messing"Los chicos consideran que van a hacerlo cuando
ellos quieran, e incluso no entienden por qué los padres insisten". Foto:
gentileza Claudia Messing
-
¿Cómo es el "nuevo modelo de autoridad" que proponés desde la escuela para
padres para enfrentar estas situaciones?
- Para contemplar esta paridad psíquica de los
chicos, lo más importante es el primer tiempo: empatizar con lo que sienten los
chicos.
Ante un chico que se frustra, que no quiere hacer
algo o que llora, los padres tienen que convertirse en traductores,
decodificadores de esos sentimientos, entendiendo que cuando el chico está en
llanto, es porque siente que su espejo no le correspondió, es decir, eso que él
esperaba, no ocurre.
En mi última investigación descubrí que para ellos
es tan frustrante porque no se sienten queridos, es decir, la no
correspondencia la leen como falta de amor, por eso es tan intenso el berrinche.
Entonces estallan en bronca, se tiran al piso... Lo primero es entenderlos.
A los más chiquitos, decirles "sí, mi amor, entiendo
que te dolió mucho lo que está pasando, entiendo que estás muy dolido porque no
te podés poner la ropa que vos querías o que no te sale el dibujo". Entender
esa frustración que, para ellos, es tan terrible porque es sinónimo de falta de
amor.
Con los más grandes, hay que decir otro tipo de
cosas: que uno está aburrido de llamarlos quince veces a la mesa, que sepan lo
desgastante que es esa situación de permanente insistencia. "¿Vos creés que a
mí me gusta hacer la pica sesos que soy? Me agoto de esta situación y estoy muy
cansada/o. Hay que hacer la tarea (o bañarse, o lo que haya que hacer), ¿cómo
proponés que nos organicemos?" Le planteamos nuestras limitaciones, nuestro
cansancio, y qué propone como método para manejarnos. Si es más o menos potable
lo que propone, lo ponemos en práctica y vemos cómo funciona.
A los más chiquitos le damos opciones pequeñas:
"¿querés esta remera o esta?", "¿querés que empecemos a bañarte por la cabeza o
por los piés?" En ambos casos, lo importante es que el chico elija, que se
sienta respetado en esta paridad psíquica.
-
¿Y qué pasa después?
- Esto funciona un tiempo y después el chico se
olvida. Entonces le decimos "parece que te olvidaste de los acuerdos, mi amor.
No hay ningún problema, ya mismo apagás la Play y venís a la mesa". Es decir,
hay un segundo tiempo en el que, cuando ellos muestran que no pueden, que no
quieren, que están aburridos o que no les sale, quedamos autorizados a una
posición más directa. No perdemos nunca nuestro lugar de autoridad, recurrimos
a este segundo momento, en el que le decimos "mi amor, veo que no estás
pudiendo, así que dejame que te organice por hoy. Si mañana querés, volvemos a
nuestro acuerdo. ¿Necesitás que levante la voz para venir a la mesa? A mí no me
gusta".
Ejercemos esta posición más directiva cuando quedó
demostrado que sus recursos fallaron: cuando muestra que no puede, que no
quiere o que no le interesa, ahí aplicamos este límite. El secreto de este
modelo es la firmeza. Este es un punto en el que insisto mucho, porque a la
gente le cuesta la firmeza; conoce el autoritarismo o esa posición amorosa
donde a los chicos los tratan como bebés. Y no: no hay que ser autoritarios ni
tratarlos como bebés -¡salvo que sean bebés!-, hay que tratarlos como niños,
respetarlos y hablar con firmeza, lo que da la idea de que el poder lo tiene el
adulto, pero lo entiende y lo acompaña.
Entonces, no importan tanto las palabras que
digamos, lo importante es este tono de firmeza, donde estamos empatizando con
ellos diciéndoles "hoy no podés, no te preocupes, hoy el límite lo pongo yo".
"El secreto de este modelo es la firmeza",
dice Claudia Messing. Foto: gentileza."El secreto de este modelo es la
firmeza", dice Claudia Messing. Foto: gentileza.
-
Criar respetuosamente, con límites
- Creo que la respetuosa bien entendida también
tiene límites. No hay una gran diferencia entre el modelo que yo propongo y
otros modelos: básicamente es empatizar con el chico, decodificarlo y ponerle
los límites adecuados.
La crianza respetuosa nunca incluye el laissez faire
-el "dejar hacer"- porque eso termina con chicos con una manguera
inundando la casa -como muchos videos que aparecen en redes-. ¿Dónde están los
padres? ¿Desde dónde creen que es bueno para el chico dejarlos sólo hacer lo
que quieren? Siempre tiene que estar el adulto atrás, observando y controlando.
-
¿Hay un mayor miedo de los padres a decir "no", por miedo a que sus hijos se
frustren?
- El miedo a decir que no tiene que ver con que
chocan permanentemente contra la frustración del niño. Hay que entender a los
padres también. Por eso, si en vez de decir que no, primero empatizamos y lo
entendemos, y después vamos al segundo tiempo, salimos del modelo autoritario.
Entonces, no le digamos "no" de entrada: digámosle cuándo, cómo, explicitemos lo
que queremos en vez de decir que no. "Esto que estás pidiendo, lo vamos a hacer
a la tarde". El "no" hay que reservarlo para cuestiones muy importantes que
tienen que ver con el peligro.
Básicamente, mantener firmeza con conexión
emocional, con empatía, con calidez. Por sobre todas las cosas, el chico
necesita sentirse querido, y la firmeza no excluye el cariño. Pero necesitan
saber que hay diferencias, porque en su cabecita no hay diferencias; para
ellos, ellos mandan. Entonces todo el tiempo tenemos que volver a este lugar,
donde nosotros somos los que manejamos la comunicación, los que somos la
autoridad y vamos integrándolos en las pequeñas decisiones, respetándolos.
"El miedo a decir que no tiene que ver con que
chocan permanentemente contra la frustración del niño", señala Claudia
Messing. Foto: gentileza."El miedo a decir que no tiene que ver con que
chocan permanentemente contra la frustración del niño", señala Claudia
Messing. Foto: gentileza.
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¿Qué pasa en la adolescencia?
- Todo esto está bárbaro, pero hay momentos en los
que no hay manera, sobre todo en la adolescencia, donde todo esto estalla por
los aires. ¿Por qué? Porque la adolescencia es una adolescencia simétrica, es
decir, el vínculo es mucho más cercano, por lo tanto, el temor a la confusión
del adolescente es mucho más intenso, con lo cual, las defensas son mucho más
fuertes.
¿Cuáles son las defensas del adolescente para
encontrar una separación, una individuación de los padres? Primero, la
desconexión emocional, meterse todo el día con la computadora; y la segunda y
más frecuente es el maltrato, ninguneo o hasta hostilidad o agresiones. ¿Por
qué hace esto el adolescente? Para encontrar una diferenciación donde siente
que la función de límites -sobre todo de lo paterno- no está funcionando.
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¿Cómo enfrentar esto?
- El límite se construye por ambos padres (esto
forma parte del modelo); de las madres se espera todo: el adolescente por un
lado la maltrata y, por otro, la busca hasta para mimos. Entonces las madres se
vuelven locas, porque no consiguen que sus hijos colaboren en nada y se vuelve
un campo de batalla. Parece que a los pibes "no les pasa nada" y que siguen
adorando a las madres, incluso con ese maltrato.
Entonces, lamentablemente, ocurre que tenemos que
recurrir al tercer tiempo, que es el retiro emocional: las madres tienen que
darse por vencidas, decirles "mi amor, yo no puedo con esto. Cada vez que te
pido algo, me encuentro con maltrato, ninguneo, y yo no quiero vivir así. Así
que lo que voy a hacer es retirarme emocionalmente, vamos a seguir hablando y
teniendo un vínculo cordial pero, mi amor, voy a retirarme emocionalmente. No
cuentes con mi amorosidad, porque vos no me ves como una mamá, me ves como tu
brazo o tu pierna, me convertí en una parte tuya y no me registrás como alguien
a quien no le gusta que la maltraten".
Este retiro emocional tiene distintas graduaciones,
de acuerdo a la gravedad del caso. Uno aprende a hacer pequeños retiros
emocionales durante todo el tiempo, así como cuando es más chico tiene que
entender que "a mamá no le gusta que le hables así o le tires el pelo".
A medida que crecen y aumenta esta sensación de
diferenciación de la adolescente, tiene que hacerse más fuerte, hasta llegar al
punto donde las madres delegan en la pareja/otro la comunicación y los límites.
"Yo no me voy a exponer a decirte más nada porque lo único encuentro es
agresión", esa sensación de que la madre dejó de ser el amor incondicional que
siempre fue es poderosísimo.
Tienen que saber que tienen que cuidar ese vínculo.
Es incondicional el amor profundo, pero el vínculo también requiere respeto, o
sea, uno respeta a los chicos, pero también necesita ser respetado. "Los
maestros padecen las mismas dificultades que la familia en relación a este
cambio psíquico", asegura Claudia Messing. Foto: Julio Juárez."Los
maestros padecen las mismas dificultades que la familia en relación a este
cambio psíquico", asegura Claudia Messing. Foto: Julio Juárez.
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¿Y qué pasa en el ámbito del colegio? ¿Cómo se ve esto en las escuelas?
- Los maestros padecen las mismas dificultades que
la familia en relación a este cambio psíquico, porque todavía no se conoce,
nadie les dijo que los chicos son simétricos o que se ofenden mortalmente.
Se habla mucho de que el aparato psíquico todavía no
está maduro desde la neurociencia -con lo que coincido-, pero no es la
explicación: la explicación es esta frustración masiva que tiene el chico con
su espejo (padre, maestro), que no actúa como el chico está esperando.
-
¿Y qué hacer?
- Salvando las distancias, este mismo modelo se
puede aplicar en el aula: en un primer momento uno charla, se pone de acuerdo y
es inclusivo, pero cuando se arma la batalla campal de que unos contra otros,
les decimos "si ustedes no se pueden poner de acuerdo, no hay ningún problema:
el trabajo lo hacemos así, los grupos se conforman así y la fecha es esta".
El tema es recuperar la legitimidad del adulto,
quien primero le demostró al chico que lo puede escuchar, que le interesa su
opinión y no es autoritario, pero obviamente no existe la posibilidad de hacer
cualquier cosa. Hay límites: los maestros tienen un programa que desarrollar, y
los padres, tienen un tiempo, una energía y deberes que cumplir.
Los límites tienen que ver con las limitaciones, es
decir, los límites se ponen el nombre de las limitaciones, no "porque lo digo
yo y porque a mí me gusta así", sino en nombre de las limitaciones que yo tengo
como adulto.
-
¿Qué consejo le darías a los padres y adultos frente a este panorama?
- Una recomendación que siempre doy a los adultos es
que se conecten con sus propias limitaciones. Porque si el adulto conecta con
sus propias limitaciones también le va a dar un modelo al chico para la
aceptación de su propia limitación.
Expliqué que la simetría tiene varias dimensiones:
la primera es la copia masiva y la confusión por el adulto; la segunda es la
paridad; y la tercera es la fantasía de que todo se puede, de perfección. Es
decir, como no hay una buena individuación o separación, genera dificultades en
la maduración y la salida al mundo, y también una gran autoexigencia.
-
¿Por qué autoexigencia?
- Los niños, los jóvenes y los adultos muchas veces
parten de la idea de perfección, de que se puede todo. La asimetría genera una
fantasía de que uno tendría que ser la mejor madre, con el mejor cuerpo, la
mejor profesional, con los mejores amigos y que todo debería ser perfecto. La
gente compra este discurso de la perfección y se siente terriblemente humillada
cuando no lo logra.
Yo digo que la generación simétrica no tiene culpa, tiene vergüenza: el mayor problema de esta generación es que le da vergüenza la imperfección, porque parten de la idea de que podrías ser perfecto. ¿Por qué? Porque se crió en espejo, el espejo es la perfección; cuando ese espejo se rompe, es decir, cuando uno no cumple con las expectativas que uno tiene respecto a sí mismo, viene la depresión, la baja autoestima, se abandonan los objetivos, los chicos estallan, se enojan.
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Entonces, parte de nuestro modelo es ayudar a los
padres a que puedan enseñar a los chicos a lidiar con el error y con la
autoexigencia, pero para eso ellos tienen que aceptar sus propios errores, sino
el modelo que se transmite es el de la autoexigencia permanente. Por eso esta
"Escuela para padres" trabaja mucho sobre los adultos.
-
¿Cómo funciona la "Escuela para padres" y cuál es la metodología de trabajo?
- Cuando se inscriben cuentan las problemáticas más
importantes de sus hijos o por qué tema quieren inscribirse; después hay una
primera presentación donde cada uno cuenta sus dificultades más importantes. Y
luego viene toda una parte teórica, donde explico la simetría en sus tres
dimensiones, el nuevo modelo de autoridad y cómo se construye esta autoridad
por la pareja parental, cómo armar un equipo.
La escuela funciona con mucha información teórica y
técnica para comprender el fenómeno, ejemplos de cómo intervenir y análisis de
situaciones concretas de los participantes.
¡Es tan poderoso conectar con los chicos! La
conexión emocional. A los chicos hay que llegarles al corazón, con firmeza,
pero llegarles al corazón. Ahí se conmueven y ahí cambian; no van a cambiar por
discursos, o por orden, van a cambiar cuando se sientan conmovidos. Por eso es
tan importante el recurso de retiro emocional, cuando se cortó tanto la barrera
de la comunicación, volvemos a establecer una separación para que la conexión
se restablezca.
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31/01/2025